Las manifestaciones físicas de un clima cambiante son cada vez más visibles en todo el mundo, al igual que sus impactos socioeconómicos. Ambos continuarán creciendo, muy probablemente de manera no lineal, hasta que el mundo haga la transición a una economía y un consumo energético que no afecte el clima.
Por José Luis Inglese y Horacio Franco
Más de 200 años de progreso continuo y acelerado gracias a la disponibilidad de energía proveniente del stock de combustibles fósiles y la consecuente emisión de gases de efecto invernadero (GEI) a la atmosfera, de los cuales el dióxido de carbono es el principal, han llevado a la civilización humana al punto de amenazar la condición misma que hizo posible ese progreso: la estabilidad del clima de la tierra.
Las manifestaciones físicas de un clima cambiante son cada vez más visibles en todo el mundo, al igual que sus impactos socioeconómicos. Ambos continuarán creciendo, muy probablemente de manera no lineal, hasta que el mundo haga la transición a una economía y un consumo energético que no afecte el clima, y la sociedad y las empresas que forman parte de ella se adapten a un clima cambiante mientras tanto.
Por lo tanto, las empresas que les interese su supervivencia, así como el futuro del ser humano, deben encarar con seriedad lo que les implica ese cambio y adaptación.
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