Tensiones y oportunidades en la transición hacia el desarrollo sostenible.

Tensiones y oportunidades en la transición hacia el desarrollo sostenible.

Cada vez se habla más del cambio climático y de la transición hacia un sistema económico y productivo sustentable. Como nunca antes, en las semanas previas y durante el desarrollo de la COP 26, el ambiente y el desarrollo sostenible estuvieron en la primera plana de los principales medios de la escena global y fueron tema de conversación en los hogares de millones de personas.

Para abordar la temática existen perspectivas radicales y restrictivas, reformistas e incluso algunas otras negacionistas. Desde Latinoamérica, debemos entender lo que está pasando más allá de los discursos, para dilucidar cómo adaptarnos desde el sector privado y aprovechar al máximo las oportunidades que aparezcan.

Sin dudas, el mayor compromiso de las naciones que mayor peso tienen en el sistema económico mundial es el vinculado a la carbono neutralidad. Europa, a partir del Pacto Verde Europeo, se propone alcanzarla hacia 2050; al igual que los Estados Unidos. Por su parte, China, busca arbitrar los medios para conseguir las cero emisiones netas hacia 2060.

Estos objetivos son los que luego derivan en regulaciones e incentivos para el sector privado y la actividad productiva; y cuyo diseño e implementación generan muchos desafíos y obstáculos a nivel de política interna e internacional. Debemos comprender que estas tensiones nos acompañarán durante toda la transición y deben ser un dato a tener en cuenta a la hora de formular planes desde las empresas.

En cuanto al ámbito interno, el ejemplo de Biden en Estados Unidos grafica muy bien la situación de referencia. Un Presidente que lleva el estandarte ambiental como insignia de su gobierno se encontró, a lo largo de 2021, impulsando la producción de petróleo (aumento de la oferta) y la reducción de los precios del combustible a toda costa. Su ansiedad parece estar dada por la necesidad de mantener el poder adquisitivo de la clase media americana y así resguardar las oportunidades electorales y el control del Congreso, que son, en definitiva, los que le permitirán llevar adelante su ambicioso plan “verde”. Esta concesión, dentro de su decidida política ambiental, coloca a Biden en un dilema recurrente. 

En la faz internacional, en tanto, observamos la geopolítica del cambio climático, que podemos definir como la dinámica a través de la cual se busca distribuir el esfuerzo a realizar en el camino hacia la descarbonización. Por un lado está el primer mundo, que ha utilizado los combustibles fósiles sin miramientos para alcanzar un alto nivel de desarrollo humano y calidad de vida, y que ya ha logrado desacoplar su crecimiento de esta fuente y, por el otro, están los países en vías de desarrollo que para poder crecer necesitan hacer un uso intensivo de los hidrocarburos. Estos grupos se encuentran en constante pugna y en ella, pueden incidir variables no ambientales, como por ejemplo, las guerras comerciales.

Latinoamérica es de las que menos aportan con emisiones de carbono, representando entre el 5% y 8% en términos globales. Esto se relaciona, lamentablemente, con nuestro atraso en términos industriales y productivos, pero, dadas las condiciones actuales, representa una oportunidad.

Los objetivos políticos y ambientales de las principales potencias, a través de sus regulaciones e incentivos, impactan en las cadenas de valor y las relaciones comerciales, en los sectores financieros y las inversiones y, por lo tanto, nos terminan afectando en nuestra región.

Reducir el impacto ambiental para las empresas europeas, por ejemplo, no solo implica cambios internos de sus procesos productivos, sino que conlleva una transformación en toda la cadena de suministro de la que se abastece ese continente. Esta situación acelera los cambios en las condiciones de acceso a los mercados para las empresas latinoamericanas. La procedencia y la forma en la que producen las empresas empieza a ser tan valorada como la calidad y precio del bien o servicio en cuestión.

Por otro lado, advertimos el boom de las finanzas sostenibles y de la inversión ESG como un factor clave en esta ola. Como derivación de lo previamente señalado, están creciendo aceleradamente e impactan y remodelan a todo el sistema económico. En 2020, superaron los 460 mil millones USD y los bonos verdes se multiplicaron por ocho en los últimos cinco años en América Latina. 

Los principales fondos de inversión a nivel global (Blackrock, Fidelity, Goldman Sachs, entre otros) están adoptando a la sustentabilidad como política estratégica a la hora de elegir el destino de sus fondos, demostrando que es el propio mainstream de Wall Street el que se suma y avanzar a gran velocidad.

Estos factores nos muestran a la sustentabilidad ya no como una nueva oportunidad sino como un deber ser. La carbono neutralidad y la economía circular aparecen como los grandes protagonistas en este camino, que las invita a reconocerse como actores sociales. Si las empresas no comienzan a implementar acciones e iniciativas en este sentido, se quedarán afuera de inversiones, crédito y de las cadenas de valor.

Entendiendo el contexto general, vemos que hay un marco cada vez más propicio para financiar e incorporar a las grandes redes comerciales a los proyectos que generan impacto positivo. Desde Latinoamérica, es hora de aprovecharlo.

Iván Buffone

Lic. Iván Buffone
Business & Sustainability

Managing Partner