Recalculando: nuestro rol en la Tierra

Recalculando: nuestro rol en la Tierra

Desde 1970, cada año se celebra el Día Mundial de la Tierra, con el objetivo de generar conciencia ambiental y llamar a la acción para cuidar nuestro planeta, la Madre Tierra, que en América Latína llamamos también la “Pachamama”.

Este año 2023, según las Naciones Unidas, “el día de la Madre Tierra es el segundo que se celebra dentro del Decenio de la ONU para la Restauración de Ecosistemas. Los ecosistemas sustentan todas las formas de vida de la Tierra. De la salud de nuestros ecosistemas depende directamente la salud de nuestro planeta y sus habitantes. Restaurar aquellos que están dañados ayudará a acabar con la pobreza, a combatir el cambio climático y prevenir una extinción masiva. Pero sólo lo conseguiremos si todo el mundo pone de su parte.”

Acabar con la pobreza, combatir el cambio climático y prevenir una extinción masiva parece una meta imposible de lograr. Una visión que parece lejana de nuestra realidad, por el estilo y ritmo de vida que estamos llevando. Puede haber quien especula con dejar esa tarea a  nuestros hijos, las generaciones futuras.

Según los expertos del IPCC, el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio climático, será necesario reducir las emisiones casi a la mitad de aquí a 2030, si se desea limitar el calentamiento global a 1,5 °C, la meta acordada en el Acuerdo de París. Advierten los expertos que solo nos quedan 6 años, 3 meses y un día para gastar la cantidad de dióxido de carbono, que se define hoy cómo presupuesto de carbono, la cantidad máxima que se puede emitir a la atmósfera para mantener el aumento de la temperatura global por debajo del límite de 1,5 °C. Con este objetivo 198 países firmaron el Acuerdo de París, en 2015. La realidad es que hoy ningún país está cumpliendo los objetivos acordados.

El cambio climático es un concepto que el público en general no tiene claro, ni lo percibe cómo peligro para su existencia. En los últimos años, se manifestaron sus efectos con contundencia y sufrieron sus consecuencias también los diferentes sectores productivos, económicos y sociales, padeciendo las condiciones climáticas extremas, las sequías y altas temperaturas, con graves consecuencias como los incendios forestales y rurales, la pérdida de cosecha y de ganadería. Un profundo dolor por el daño ambiental generado, que se expresó a través de los medios masivos con las imágenes de los incendios en todo el mundo (en Corrientes en el país) y la sequía con animales muertos en África, Australia y en nuestro país, en Santa Fé, Córdoba y Santiago del Estero. Las catástrofes pasan, los daños perduran, sin embargo parecieran quedar en el pasado. En nuestros hábitos y costumbres de vida no cambió nada.

Desde la Fundación Manos Verdes terminamos recientemente con una masiva campaña de concientización sobre la prevención de incendios rurales y forestales en la Provincia de Corrientes, un año después de la catástrofe ambiental con casi 1.000.000 hectáreas naturales quemadas. Realizamos capacitaciones presenciales en más de 50 municipios con aproximadamente 1500 participantes. Gracias al apoyo del Fondo Canadá y junto al Ministerio de Coordinación y Planificación de Corrientes pudimos realizar  jornadas de sensibilización y capacitación para los vecinos, representantes de la policía, los bomberos y los funcionarios municipales, sobre la importancia de no encender fuego ni por manejo del pastizal, ni para la quema de residuos. Las actividades fueron acompañadas por una fuerte campaña de comunicación en los medios de prensa regionales, nacional y las redes sociales, acompañados por 30 Organizaciones de la Sociedad Civil de todo el país, que también la compartieron, llegando a aproximadamente 500.000 personas. Nuestra conclusión y aprendizaje: hace falta generar mayor conciencia en la población y en los políticos, para que estos lo tomen en sus programas. Esto se debe reflejar en mayores conocimientos, infraestructura para la gestión de residuos, políticas públicas que incorporen la temática en los programas educativos, el marco normativo y el control tendiente a lograr un cambio cultural y de hábitos. Todos debemos entender que la acción individual afecta indefectiblemente al otro. Qué, por ejemplo la quema de los residuos, especialmente de los plásticos, no los hace desaparecerlos, si no que los transforma en micro partículas que contienen metales pesados y gases con componentes químicos cómo dioxinas que contaminan aire, agua y suelo, causando daños ambientales y a la salud humana.

Nuestra supervivencia en la tierra depende de este aprendizaje: que todos dependemos de todo, es entender el concepto de los ecosistemas, su interrelación e interconexión. Un sistema solo funciona si todos sus integrantes y componentes están en posibilidad de cumplir con su función. Conocemos el concepto del ecosistema natural, pero no nos sentimos parte del mismo. No entendemos nuestro rol como consumidor de los recursos naturales. No entendemos el rol del árbol en la vereda o el jardín cómo parte del ecosistema que facilita y garantiza nuestra supervivencia en el planeta, generando el oxígeno que necesitamos. Por eso no actuamos, ni nos sentimos responsables, ni nos sentimos en peligro de extinción por el cambio climático. Porqué de esto se trata al final del día: entender que la Tierra va a seguir existiendo, con o sin nosotros, independiente del daño que le generemos en este momento.

La buena noticia: La pandemia nos enseñó que estamos todos conectados a través del aire. Nos mostró que si todos actuamos, se puede reducir rápidamente la contaminación ambiental generada por nuestra actividad/actitud irresponsable. En la última conferencia mundial de cambio climático, la COP 27 en Egipto, el lema era “Tiempo de implementación”. Es tiempo que empecemos, cada uno de nosotros, poniendo su granito de arena, con un pequeño cambio, recalculando nuestro estilo de vida.