En ese sentido, el ejemplo de Tierra del Fuego y Washington nos invitan a pensar que es posible una regulación más estricta y prohibir el desarrollo de esta industria en ecosistemas que hayan sido profundamente afectados y en otros que tengan una biodi-versidad valiosa. En Chile, actualmente hay crecientes presiones de grupos medioambientales, como Greenpeace, además de políticas y sociales, para que se fiscalice y gestione de manera más estricta a esta industria, luego de que más de 1.3 millones de salmones murieran en abril de este año, por una proliferación de algas y la consecuente falta de oxígeno en el agua que se atribuye a la propia industria, la que ha tratado de externalizar la responsabilidad hacia el cambio climático, pese a ser en gran parte responsable del problema y a la vez de la solución. En el marco de los objetivos de desarrollo sostenible (ODS), la industria de la salmonicultura afecta directamente a dos de estos, el ODS 6 (Agua Limpia y Saneamiento) y el ODS 14 (Vida Submarina). En un sistema donde más del 80% de las aguas resi-duales resultantes de actividades humanas se vierten en los ríos o el mar sin ningún tratamiento, se ha propuesto que de aquí a 2030, se mejore la calidad del agua reduciendo la contaminación, eliminando el vertimiento y minimizando la emisión de productos químicos y materiales peligrosos, reduciendo a la mitad el por-centaje de aguas residuales sin tratar y aumentando considera-blemente el reciclado y la reutilización sin riesgos a nivel mundial, además de ampliar la cooperación internacional y el apoyo pres-tado a los países en desarrollo para la creación de capacidad en actividades y programas relativos al agua y el saneamiento. En Latinoamérica, el ODS 14 es el cuarto con peor desempeño, con cerca de 50% de avance y se proyecta que varias de las metas no van a ser logradas a tiempo. productos y CONSUMO RESPONSABLE