Los fenómenos climáticos exacerbados están amplificandose a tasas insospechadas, y cómo han aseverado la UNFCCC y ONU, mujeres, adultos mayores y niños son más vulnerables a sus impactos. La crisis climática es también una crisis de desigualdad. Según OXFAM, el 10% más rico del planeta genera más del 50% de las emisiones de Gases de Efecto Invernadero (GEI) globales. Hay varias puntos de no retorno ad portas de ser superados que podrían hacer colapsar los balances ecosistémicos en varias regiones del mundo (Amazonas, Polos, Permafrost, Ecosistemas marinos, ...). El tiempo de actuar es ahora, y nos involucra a todos (mundo corporativo, estado, sociedad civil…), si es que queremos reducir en un 50% las emisiones de carbono antes de 2030 y lograr limitar el calentamiento global en 1,5°C sobre niveles preindustriales. Lo que no se mide, no se puede gestionar. Entender nuestras emisiones de gases de efecto invernadero, y consiguiente, potencial de calentamiento global es moralmente urgente. La huella de carbono corporativa es el diagnóstico base desde el cuál las organizaciones pueden tomar decisiones estratégicas en sus operaciones, que lleven a la reducción y mitigación de sus emisiones. La gestión de los gases de efecto invernadero generados por el hombre debe acelerarse y masificarse como una exigencia; ya son varios países con marcos normativos al respecto, y hay ejemplos regionales de programas de gestión del carbono como HuellaChile, HuellaPerú, entre otros.