Argentina es el principal productor de silobolsas del mundo, y en cuatro años la elaboración del material pasó de 200.000 a 450.000 unidades anuales, con el 80% destinado al mercado extranjero. Por eso la importancia de esta iniciativa, que cuenta con una materia prima que se descarta y que no obtiene nuevos usos, salvo como revestimiento de piscinas o como media sombra –que son ejemplos muy escasos-. “Hay una analogía que se puede hacer para contabilizar lo que se desperdicia con las silobolsas: solamente en Argentina, y por año, se desperdicia la misma cantidad que la extensión que va de Buenos Aires a Berlín, que son aproximadamente 12.000 km”, cuenta Cinthia. TRIPLE IMPACTO Leer más Leer más “Lo primero que hicimos fue poner a prueba el material y funcionó. Hicimos las primeras ecobolsas y ecomochilas. Nos asociamos con IpesaSilo, una de las más grandes del mercado -tienen su producción en Tierra del Fuego-, y se convirtieron en un nexo entre nosotros y sus clientes. Entonces, utilizamos todos los puntos de venta de IpesaSilo para tomarlo como puntos de recolección, haciendo todo una concientización a los productores porque este material es valioso y puede ser reciclado, además de armar un instructivo de cómo cortarlo, enrollarlo y hacerle una primera limpieza. Entonces, cuando los productores van a comprar nuevas silobolsas, llevan el material ya usado. Y de esa forma, se genera un sistema de compensación, de conseguir descuentos, etcétera”, destaca Cinthia. Además, indica que se trata de un material que no se encuentra cuando uno quiere sino que hay que entender el calendario agrónomo: “hay un tiempo de acopio y después se abren todas las silobolsas juntas; entonces, de repente, llega todo el material y hay que empezar a procesar. Pero no hay un promedio mensual”. En ese sentido, según cálculos de la firma, con 106.000 toneladas de silobolsa a reciclar por año se pueden producir 500 millones de productos reciclados y reutilizables por año, ya que una silobolsa tiene un promedio de 445 metros cuadrados y un peso de 118 kilos, y para elaborar un producto nuevo se necesitan 0.55 metros de materia prima, mientras que cada mes en Argentina se tiran 7 toneladas de silobolsa. En Silobag ya lograron reciclar 8.200 metros cuadrados de silobolsa. Así, se le da una segunda oportunidad a este plástico de un solo uso. Inclusión Social Según el manifiesto de Silobag, la empresa “crea oportunidades laborales para incentivar el sustento económico independiente, en talleres sociales y cooperativas, en el interior del país, alejados de los principales centros urbanos. Y trabaja con personas con escaso acceso a un empleo formal, incentivando la inclusión social e incorporando también a personas con discapacidades”. Por otro lado, desarrolla “un sistema de trazabilidad y transparencia para que cada comprador conozca quién hizo su producto y dónde, conociendo sus historias personales y cómo cada compra tiene un impacto positivo en su calidad de vida”. Cinthia destaca que cuando todo el proceso está listo, se trabaja con una red de costureras pertenecientes a organizaciones sociales: “toda organización social depende o de donaciones monetarias o que justamente que uno le genere trabajo. Y nosotros lo que podemos prometer es una continuidad y sobre todo una escala en el trabajo. Además, los asesoramos financieramente, con todo lo que tiene que ver con el monotributo, porque hay mucha informalidad en el mercado de la moda”. “Se trata de vínculos difíciles de generar porque hay tanto sufrimiento que al principio es manejar con una rueda cuadrada, pero una vez que fluye es maravilloso”, explica. Pero también hay una responsabilidad de los consumidores: “cuando se compra algo, sobre todo ahora en la era de ecommerce, hacés un click y ni pensás de dónde viene ese producto. Otra cosa es entender el trasfondo de eso, el impacto y todo lo que significa esa compra”. Con cada compra se ayuda a todos los involucrados en el proceso de producción y se colabora con distintas organizaciones sociales, quienes hacen foco en superar la pobreza, educando a niños, capacitando a adultos y construyendo casas en los asentamientos, generando una mejor calidad de vida. “Mediante donaciones, acciones, eventos o destinando el 50% de la utilidad de cada venta generada, colaboramos para multiplicar su alcance y para que puedan aumentar año a año sus ingresos, generando más y más impacto en la vida de quienes más lo necesitan”, destaca. Industria La industria de la moda es la sexta más grande del mundo. Además, es la segunda más contaminante: “está acostumbrada a producir en masa, barato y en condiciones laborales complicadas.”, dice Cinthia, y agrega: “en esta industria, cuando se trabaja con cualquier género, se acumula, se hace una pila y se corta. La silobolsa, como es un material que resbala, se hace uno a uno, no deja de ser un proceso artesanal”. “Una de nuestras metas más ambiciosas es que haya una alternativa ecofriendly en la moda, con impacto social e impacto ambiental. Si existe un producto así, planear qué más puedo hacer, y si no existe, empezar a exigirle a las empresas para que se haga realidad”, dice. Además, la emprendedora es optimista con respecto a la reformulación de la moda, a partir de una filosofía sustentable: “hay bioquímicos que están generando prendas a través de microbios, o sea, bacterias. Hay telas creadas en cuero hecho de ananá, de coco, de cáscara de banana. Es fascinante todo lo que se puede hacer. Grandes marcas que tienen el poder de inversión están recolectando el plástico de los océanos y reconvirtiéndolo en fibras. Lo que hay que cambiar es un hábito, no en sí el material”. “Ambientalmente, al menos a mí me pasa, muchas veces me siento frustrada porque siento que todo lo que hago no alcanza y que la necesidad de cambio es tan urgente que ya estoy atrasada. No importa cuánto haga, siento que no llego, que estoy remando contracorriente. Hay que entender que hay humanos atrás de esta marca y estamos haciendo todo lo posible para cambiar el mundo. Estamos demostrando que sí se puede”, finaliza Cinthia. - Gerencia Ambiental